miércoles, 30 de septiembre de 2009

soy el gato

No es la gripe A ni tampoco tienen la culpa los besos que regalé algún septiembre envenenado.
No es el cúmulo de noches sin parar de hablar que coleccioné este verano.
No es la abundancia de la que carezco, ni los escotes abiertos, como heridas, en medio del pecho.

No es y sin embargo, me siento cual gato de rayas de colores. Atravesada por una vía oxidada que rasga mi garganta y se me mete dentro.

Miro la imagen: nada tengo que ver con la chica del chubasquero de corazones que hace clic con su cámara.
No hay más que verme: soy el gato.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Nunca pasa nada



Nunca pasa nada, me dijiste una tarde de septiembre extraño. Hacia un año que te habías marchado dejándome una lata de cerveza vacía en la mano, un agujero dentro, un final sin principio. Lo decías como si aquella verdad absoluta fuera buena, como si el hecho de que las cosas no cambiaran, de que todo siguiera tal cual, demostraba que aún se podía tener esperanza.

Nunca pasa nada, te dije yo una tarde de septiembre absurdo. Hacía poco que había aprendido a olvidarte sin rencor, a no dejarme rasgar por tu recuerdo amargo. En mi voz aquellas palabras sonaban a lamento, como si aquella verdad irrefutable fuera una herida que no sangraba pero que seguía intacta para recordarnos el dolor.

Nunca pasaba nada y si había pasado no había conseguido cambiar las cosas, porque ahí estábamos otra vez. Igual que siempre. Sin nada nuevo que contar, sin que nuestra felicidad o nuestra tristeza se hubiera movido un ápice de sus posiciones. La vida era un mar en calma que te gustaba contemplar.

Pero idiota de mí, yo soñaba con tempestades o maremotos.
Cualquier cosa que llenara de oleaje aquellas aguas tranquilas.

jueves, 17 de septiembre de 2009

El agujero

Estuvieron caminando durante mucho tiempo buscando precisamente aquello: el mar. Sin embargo cuando por fin llegaron sólo encontraron un agujero. Se asomaron y escucharon la brisa, el vaivén de las olas y los graznidos de las gaviotas. Olieron la sal, sintieron la humedad del ambiente, se empaparon del horizonte infinito.

Cuando trataron de colarse por el agujero se dieron cuenta de que era demasiado pequeño. No cabían. No podían alcanzar el mar.

Pero no se rindieron.

lunes, 14 de septiembre de 2009

el hombre de la ventana


Sueño con un hombre en la ventana que fuma un cigarro, que mira un mar que huele a tubos de escape y que vive una historia de amor y desamor con las ciudades que no habita. El hombre me mira fascinado desde el alféizar, bebe a sorbos su café recién hecho y se pone a cantar. Yo le pregunto que hace ahí, de dónde ha salido y él contesta en una lengua que no logro descifrar. No hago más preguntas y me dedico a dibujar formas uniendo las pecas de su espalda.

Luego el hombre de la ventana apaga su cigarro, se acerca a mí y me retira el pelo de la cara. Venga, salgamos. Y esta vez entiendo perfectamente cada palabra que se escapa de su boca. Me coge de la mano y me arrastra a la ciudad. Hace frío, tiemblo, es la primera vez en todo el verano. Subimos a un montículo lleno de edificios desmoronados. ¿Por qué aquí? Y le pido que mire más allá. Se ve la torre. Nos entra hambre y nos sentamos en una terraza. Todo el mundo parece feliz a pesar del viento. Yo le cuento donde estaré mañana y él me cuenta a donde se marchará después. Te mandaré una postal, le digo y al sonreír se le dibujan un millón de arrugas junto a los ojos cansados.

Comemos sin prisa, hablamos poco y nos miramos mucho. Somos tan irremediablemente bellos que cuesta apartar la vista. Antes de que empiece a ponerse el sol nos damos un paseo por el parque. Se ha agotado el domingo con tanta suavidad como lo hizo el verano. Al abrazarme para despedirse lo hace tan fuerte que despierto del sueño: el hombre de la ventana se ha esfumado pero en la cocina, no me pregunten por qué, huele a tabaco.

Y en esta casa hace mucho que no fuma nadie.


miércoles, 9 de septiembre de 2009

Todo el mundo se besa en Berlín



Cuando llegué a Berlín me fui a desayunar a Admirall Brücke. Vi pasar a una viejecita loca y borracha que buscaba mi mirada cómplice y una conversación sobre la vida. Vi varios perros y sus amos, una madre y un niño, algunas parejas. Una de ellas, cogida de la mano, sonriente, se dirigió hasta el centro del puente y, como si de un ritual se tratara, el chico tomó a la chica en brazos y se besaron pasionalmente durante varios minutos. Al momento apareció otra pareja que se besó intesamente en una esquina del puente.

Luego cogí la bici y recorrí la ciudad. Me paré en aquellos monumentos marcados con varias estrellas en mi guía personal de la ciudad: el parque, la casa, la escuela, el rissani, el rossman, el mercado. Y en todas ellas las bocas buscaban otras bocas, los besos aparecían por doquier.

Todo el mundo se besa en Berlín, pensé.
Así que me dio envidia.*


*Liebe en alemán significa amor. Lo encontramos en el Kulturbrauerei.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Buenos propósitos



Tengo un bolso lleno de arena de playa y una maleta repleta de ropa interior sucia. El correo me escupe más emails de los que puedo digerir y en la oficina la moqueta es más gris ahora que contrasta con mi piel morena. Casi tres semanas de vacaciones y al volver Madrid en la voz grave de un sobrecargo sonaba suave, excitante y tan acogedor como la manta de cuadros sobre el sofá las tardes de noviembre.
Luego el caos y la T4, correr, llegar tarde, lo de siempre.
Y la idea de septiembre que me ronda y ese cosquilleo: una lista de buenos propósitos.

Prometo cocinar más.
Prometo cuidarte aunque no haga falta.
Prometo volver a escribir cartas.
Prometo no abandonar esta vez.
Prometo decir siempre la verdad.
Prometo, este otoño sí, cumplir sueños.
Prometo encontrarlo y seguir buscando.

Prometo ser feliz.


Y empiezo desde hoy.
No me valen cansancios.

Cuento a la vista

Cuento a la vista
La parte niña del vestido a rayas