No es la gripe A ni tampoco tienen la culpa los besos que regalé algún septiembre envenenado.
No es el cúmulo de noches sin parar de hablar que coleccioné este verano.
No es la abundancia de la que carezco, ni los escotes abiertos, como heridas, en medio del pecho.
No es y sin embargo, me siento cual gato de rayas de colores. Atravesada por una vía oxidada que rasga mi garganta y se me mete dentro.
Miro la imagen: nada tengo que ver con la chica del chubasquero de corazones que hace clic con su cámara.
No hay más que verme: soy el gato.
No es el cúmulo de noches sin parar de hablar que coleccioné este verano.
No es la abundancia de la que carezco, ni los escotes abiertos, como heridas, en medio del pecho.
No es y sin embargo, me siento cual gato de rayas de colores. Atravesada por una vía oxidada que rasga mi garganta y se me mete dentro.
Miro la imagen: nada tengo que ver con la chica del chubasquero de corazones que hace clic con su cámara.
No hay más que verme: soy el gato.